"Un gobierno estancado: la Comunidad Valenciana necesita nuevas propuestas"
Carlos Mazón puede sentirse a gusto entre los empresarios de la obra pública, como pudimos observar el pasado martes en la entrega de los premios Fopa, pero la ovación que recibió no debería llevarle a la complacencia. Sería más provechoso que reflexionara sobre el incidente que protagonizó en la Universidad de Alicante, durante la toma de posesión de Amparo Navarro. Nada revela mejor el nivel al que ha llegado su credibilidad que las risas de los asistentes cuando se jactó de haber puesto fin al conflicto de Medicina entre las universidades alicantinas. ¿Qué puede estar pensando un presidente de la Generalitat para menospreciar de tal manera a un auditorio universitario? No he logrado encontrar una respuesta satisfactoria a esta inquietante interrogante.
Es manifiesto que Mazón ha perdido el respeto y la confianza de un buen número de valencianos, aunque no creo que la evidencia le lleve a modificar en lo más mínimo su línea de conducta. Quien intenta salvar su futuro profesional debe ignorar cualquier pérdida de respeto y mantenerse firme en su propósito: un asomo de duda podría interpretarse como una debilidad en beneficio del contrario. En cuanto a la grandeza de ánimo, nunca ha sido, que sepamos, un requisito para ocupar la presidencia de la Generalitat.
Conforme pasan los días, toma cuerpo la idea de que la carrera política de Mazón está acabada, y su sustitución queda a expensas de las necesidades del Partido Popular. Es probable que la apreciación sea cierta, aunque la política tiene siempre algo de impredecible. En todo caso, el problema es saber si la Comunidad Valenciana podrá resistir todo ese tiempo hasta que llegue una solución. Desde la catástrofe de la dana, el Gobierno está centrado en el corto plazo y nadie parece pensar en el día de después. Si miramos hacia el futuro, todo cuanto encontramos son generalidades o castillos en el aire, como los que desgranó Feijoó en su última visita.